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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

4
Oct
2024
El Rosario, una buena forma de oración
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rosario2024

Dado que el 7 de octubre se celebra la fiesta de la Virgen del Rosario, resulta oportuno hacer una pequeña reflexión sobre esta oración, una de las más conocidas y extendidas en el mundo católico. La oración es una actitud básica de todo creyente. Es una manifestación de fe y confianza en Dios. Es una toma de conciencia de lo mucho que necesitamos de Él. Es, sobre todo, la relación más profunda que en este mundo puede establecerse con Dios.

La oración del rosario ha sido alabada por los Papas. Con razón, sin duda. Su inspiración es netamente evangélica. Gira en torno a la meditación de los misterios de la vida de Jesús. Y se acompaña de plegarias tan evangélicas como el padrenuestro y el Ave María. Una manera de profundizar en los misterios del Rosario, tanto en el rezo personal como en el comunitario, podría ser acompañarlos de la lectura y meditación de algunos textos evangélicos referentes a los mismos.

Los quince misterios tradicionales inciden en aspectos fundamentales de nuestra fe que nunca debemos olvidar: la encarnación, la crucifixión, la resurrección de Jesús y el envío del Espíritu Santo; a estos aspectos fundamentales se añaden otros que recuerdan la implicación de María en la vida de Jesús; la figura de María podemos muy bien considerarla como prototipo de todo creyente que debe implicarse en el seguimiento de Cristo, so pena de no comprender bien quien es Jesús. Solo cuando vamos con Jesús y nos implicamos personalmente con él comprendemos quién es, dónde mora, a dónde nos conduce y que quiere de nosotros. Es posible también considerar otros misterios de la vida de Jesús; ese ha sido el intento de Juan Pablo II al añadir a los misterios tradicionales, los misterios luminosos.

Rezar el Rosario es, pues, una forma de oración que ha hecho y puede seguir haciendo mucho bien. Hay también otras maneras de hacer oración. Todas son buenas siempre que conduzcan a lo esencial: el encuentro del creyente con Dios y el descanso del ser humano en Aquel que es fuente de paz, de comunión y de amor.

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30
Sep
2024
La tristeza contraataca y pierde
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Savonarola04

Sigo reproduciendo algunos fragmentos de la última meditación de Savonarola, tomados del libro traducido por Antonio Fontán en editorial Patmos. Continúo con las ideas ofrecidas en el post anterior. Pues, a pesar de todo, la Tristeza no se da por vencida y contraataca con argumentos que siguen siendo actuales. Parece que nuestras oraciones no llegan al cielo, que nuestras súplicas no tienen respuesta, que Dios se calla. Dice la tristeza: “¿piensas que Dios mira aquí abajo? El anda por los rincones del cielo y no atiende a nuestras cosas”. Más aún: muchas veces la tristeza nos dice que lo que predica la fe son “cuentos de los hombres”, que “no existen más que las cosas que se ven”. La tristeza pregunta: “¿quién ha vuelto jamás de la muerte y ha dicho algo de lo que puede ocurrir después de la muerte? Esas son fábulas de mujercillas”. Por eso, la tristeza aconseja a fray Jerónimo: “levántate y acude al auxilio de los hombres para que te libren de la cárcel y puedas vivir sin esforzarte vanamente, siempre engañado por la Esperanza”.

La esperanza responde recordando lo que dice la Escritura: es el insensato el que dice en su corazón que no existe Dios. “La Tristeza ha hablado como una mujer necia”. Y le pregunta a fray Jerónimo: “¿Puedes dudar de la Fe tú, que con tantos argumentos y razones la has robustecido en otros?”. A lo que responde el fraile: “Por la gracia del cielo creo que son tan verdad las cosas de la Fe como las que veo con los ojos de la carne. Pero la Tristeza me apretaba tanto, que me arrastraba, más que a la infidelidad, a la desesperación”. Sigue diciendo la Esperanza: “El Señor no te ha abandonado. Aunque no te escucha en seguida, no hay que desesperar. Espéralo si tarda: El vendrá, cuando venga, y tardará. El labrador espera con paciencia el fruto a su tiempo; la Naturaleza, cuando engendra algo, no le da enseguida su forma, sino que primero prepara la materia y la dispone poco a poco hasta que se haga propia para recibirla. El Señor escucha siempre al que ora piadosa y humildemente. Nunca se aparta nadie de él vacío… Los bienaventurados nos gobiernan, iluminan y consuelan invisiblemente, y no hay que añadir a esto apariciones visibles… Bástate la visita del invisible: el Señor sabe lo que necesitas. ¿Cuándo ha dejado de consolarte?”.

Consolado por estas palabras y postrado ante Dios, dice fray Jerónimo, “proseguí mi oración diciendo: inclina hacia mi tu oído, Señor”. Esta petición es la ocasión de otra buena reflexión teológica: “¿Es que Dios tiene oídos?... ¿Qué es inclinar tu oído a los que te hablan sino acoger sus oraciones, mirarlos con rostro piadoso, iluminarlos y encenderlos para que oren y se dirijan a Ti con confianza y fervorosa caridad, puesto que quieres socorrer a los que te piden con humilde piedad?… Inclina tu oído y escúchame pronto. Para Ti que moras en la eternidad todo tiempo es breve, porque la eternidad abarca todo el tiempo de una vez y excede inmensamente de todo el tiempo universal”. Y consciente de su final dice: “La muerte se acerca… Yo siempre esperaré en Ti, por encima de toda ponderación. Tú, Señor, acerca a mí tu oído, date prisa para librarme”.

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26
Sep
2024
Poder de la esperanza sobre la tristeza
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Savonarola03

En las páginas finales de la meditación que, en los últimos días de su vida, en la cárcel, y a la espera de ser ajusticiado, escribió fray Jerónimo Savonarola, se encuentra un combate imaginario entre dos poderosos ejércitos, uno capitaneado por la Tristeza y otro por la Esperanza.

Sintiéndose abandonado por sus amigos y acosado por sus enemigos, escribe: “Todo lo que veo, todo lo que oigo son los pendones de la tristeza… Igual que a los enfermos de fiebre todo lo dulce les parece amargo, así a mí todo se me convierte en dolor y tristeza”. Y pregunta: “¿quién me librará de las manos de este enemigo sacrílego?, ¿quién será mi protector?, ¿quién me auxiliará?, ¿a dónde voy a ir?, ¿cómo me podré escapar?”. Y responde: “Ya sé lo que tengo que hacer: me volveré a lo invisible y lo traeré a luchar contra lo visible. ¿Quién será el caudillo de tan excelso y temible ejercito? La Esperanza, que es invisible; la Esperanza vendrá a luchar contra la tristeza y la derrotará. ¿Quién puede permanecer en pie contra la Esperanza? Llamaré, pues, a la Esperanza, vendrá enseguida y yo no seré defraudado… Oh admirable poder de la Esperanza, cuyo rostro no ha podido soportar la Tristeza. Con ella viene mi consuelo. La Tristeza clama y grita con todo su ejército. Aunque me ataque el mundo y se alcen enemigos míos, nada temo, porque en Ti, Señor, he esperado, porque Tú eres mi esperanza y en lo más alto has puesto tu refugio. Yo he entrado ya en él; la Esperanza me ha metido en él”.

Y añade, con una gran profundidad teológica: “Este es -dice la Esperanza-, el altísimo refugio de Dios, ¡oh hombre!, abre los ojos y mira: sólo Dios existe, sólo Él es el piélago infinito de la sustancia. Las demás cosas son como si no fueran, pues todas dependen de Él y si Él no las sostuviera en el ser, volverían inmediatamente a la nada… Piensa en la sabiduría del que lo gobierna todo, en la tranquilidad del que lo ve todo, a cuyos ojos todas las cosas están desnudas y abiertas. Este es el único que puede librarte, El sólo puede consolarte, El solo salvarte. No confíes en los hijos de los hombres; en ellos no hay salvación. Piensa en la bondad de Dios, considera su amor; ¿no es amante de los hombres el que por los hombres se hizo hombre y fue crucificado por los pecadores? Él es tu padre, el que te creó, te redimió y siempre te hizo bien. ¿Puede el Padre abandonar a su hijo?...

¡Oh virtud de la Esperanza! ¡Cómo te prodigas! Está derramada la gracia en tus labios, altísimo refugio del Señor, al cual no puede llegar la tristeza. Yo lo he sabido y lo he entendido y por ello he puesto mi esperanza en Ti, Señor. Aunque el peso de mis pecados me oprime duramente, no sé desesperar, ya que tu Bondad me incita tan benignamente a la esperanza. No seré confundido para siempre; puedo ser confundido en el tiempo, pero no en la eternidad; la esperanza me ha llevado a tu altísimo refugio, no me ha enseñado a esperar cosas temporales, sino eternas, porque la esperanza es del reino de lo invisible, y las cosas que se ven son temporales y las que no se ven eternas”.

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22
Sep
2024
Los hombres te creen rígido y severo
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Sigo ofreciendo algún fragmento de la meditación de Jerónimo Savonarola a la que me referí en un post anterior. Por una parte, el dominico afirma que pecar es amar a la criatura por sí misma. Por otra, crítica a los hombres que creen en un Dios rígido y severo, quizás para justificar de esta forma su severidad, olvidando eso de que con la medida con que juzguemos a los demás seremos juzgados nosotros:

“Contra Ti sólo he pecado, precisamente porque me has mandado que te ame a Ti por Ti mismo y que refiera a Ti el amor de las criaturas y yo he amado más a la criatura que a Ti, al amarla por sí misma. ¿Qué es pecar sino amar a la criatura por sí misma? ¿Y qué es esto sino obrar contra Ti? El que ama a la criatura por sí misma, convierte a la criatura en su Dios. Por eso yo he pecado contra Ti, porque he convertido en mi dios a la Criatura…

¿Lejos de tu espíritu, adónde iré? ¿Adónde huiré de tu rostro? ¿Qué haré? ¿Adónde volverme? ¿Qué defensor encontraré? ¿A quién puedo suplicar sino a Ti, Dios mío? ¿Quién tan bueno? ¿Quién tan piadoso? ¿Quién tan misericordioso como el que salva incomprensiblemente por su piedad a todas las criaturas? Tener piedad y perdonar, es propio de Ti, que manifiestas todo tu poder perdonando y teniendo misericordia. Confieso, Señor, que he pecado contra Ti y he hecho el mal delante de Ti. Ten piedad de mí y manifiesta en mí tu omnipotencia para que se cumplan tus palabras. Tú has dicho: ‘no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la penitencia’. Justifícame, Señor por tus palabras, llámame, recíbeme, dame obrar frutos dignos de penitencia: por eso has sido crucificado, por eso has sido muerto y sepultado”.

Refiriéndose a sí mismo dice: “Muchos dicen: Dios lo ha abandonado”. Y añade, dirigiéndose a Dios: “Vence, Señor, a los que hablan así de Ti, no me abandones nunca. Dame tu misericordia, tu salvación y ya están vencidos… Dicen que no tendrás piedad de mí, que me arrojarás de tu presencia, que no me acogerás nunca. Así te juzgan los hombres, así hablan de Ti los hombres; éstos son sus juicios. Pero Tú, piadoso, Tú, misericordioso, ten piedad de mí y vence sus juicios: muestra en mí tu misericordia, alabada sea tu piedad. Haz de mí uno de los vasos de tu misericordia... Los hombres te creen rígido y severo: véncelos con tu piedad y tu dulzura para que aprendan ellos a tener piedad de los pecadores y se encaminen los que delinquen a la penitencia, viendo en mí tu piedad y tu misericordia”.

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18
Sep
2024
¿Desesperar? ¡Nunca!
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Jeronimo Savonarola fue un gran predicador dominico que terminó ajusticiado por clamar con fuerza contra los pecados de la Iglesia y de los políticos. Prescindo de detalles sobre su vida y me limito a recordar que, el 23 de mayo de 1498, un patíbulo alzado en la plaza de la Señoría de Florencia puso fin a su agitada vida. Su muerte fue precedida de cárcel y tormentos. En el oscuro calabozo de la prisión escribió la última meditación de su vida. Puede encontrarse en un libro editado por la editorial Patmos en 1951, bajo el título: J. Savonarola, Última meditación. El prólogo y la traducción es de Antonio Fontán.

Condenado por la justicia de los hombres y perdido sin remedio, descubrió la Misericordia y la Esperanza. Así comienza su última meditación: “¿Qué haré, pues? ¿Desesperar? Nunca. Dios es misericordioso”. Y tras esta reflexión siguen estas palabras llenas de teología y espiritualidad:

“Oh Dios, que habitas en la luz inaccesible, Dios escondido, a quien no pueden ver los ojos corporales, a quien no puede comprender la inteligencia creada ni explicar la lengua de los hombres ni de los ángeles. A Ti, Dios incomprensible te busco, a Ti, Dios inefable, te invoco seas lo que seas, Tú que estás en todas partes. Sé que Tú eres la suprema realidad, si es que eres una realidad y no más bien la causa de todas las realidades; si se puede decir que eres causa, porque no encuentro un nombre con que poder nombrar a tu inefable majestad…

He aquí, oh Dios Misericordia, he aquí, delante de Ti a la miseria. ¿Qué harás tú, Misericordia? Harás tu obra. ¿Acaso puedes prescindir de tu naturaleza? ¿Y cuál es tu obra? Destruir la miseria, socorrer a los hombres miserables. Ten, pues, piedad de mí, oh Dios. Dios Misericordia, destruye mi miseria; destruye mis pecados, que son mi mayor miseria. Socórreme a mí, miserable, muestra en mí tu obra, ejerce en mí tu poder. Un abismo invoca a otro abismo. El abismo de la miseria invoca al abismo de la misericordia. El abismo de los pecados invoca al abismo de las gracias. El abismo de la misericordia es mayor que el abismo de la miseria. Que un abismo absorba a otro abismo. Que el abismo de la misericordia absorba al abismo de la miseria.

Ten piedad de mí, Dios, según tu gran misericordia. No según la misericordia humana que es pequeña, sino según la tuya que es grande, que es inmensa, que es incomprensible, que excede inmensamente a todos los pecados. Según aquella gran Misericordia tuya, con que amaste al mundo hasta darle tu Hijo Unigénito. ¿Qué mayor misericordia puede haber? ¿Qué mayor caridad? ¿Quién puede desesperar, quién no tendrá confianza?”

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13
Sep
2024
La cruz de Cristo, ¿castigo o amor?
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El 14 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de la “exaltación de la santa cruz”, fiesta relacionada con la tradición que atribuye a Santa Elena, la madre del emperador Constantino, el haber encontrado en Jerusalén las primeras reliquias de la cruz en la que fue crucificado nuestro Señor Jesucristo. Sea lo que sea de esta leyenda, importa comprender bien el sentido de la celebración. Pues todavía se sigue entendiendo la cruz de Cristo como el pago de una deuda debida a Dios, como un modo de reparar el honor divino ofendido por el pecado del ser humano, como el castigo que Cristo ofrece en lugar de la humanidad para aplacar así la cólera divina por el pecado del hombre.

Pero un Dios tan preocupado por su honor que solo puede repararse al precio de la muerte violenta de su Hijo, parece difícilmente compatible con un Dios que es todo amor y sólo amor. En realidad, Dios no envió a su Hijo al mundo para que pagase nada, ni para aplacar sus deseos de castigo. Dios no quiere cobrar nada. No quiere castigar. Unicamente quiere dar y salvar. Si envió a su Hijo al mundo fue porque amaba mucho a los seres humanos y, por eso, quiso identificarse con nosotros y con nuestro destino, para que así nosotros pudiéramos identificarnos con él y con su destino. Dios envió a su Hijo para que tuviéramos vida abundante.

Hay que ir con cuidado cuando se habla de “exaltación” de la Cruz. O de la Cruz “gloriosa”. Sobre todo, si se entiende como algo querido por Dios, sin tener en cuenta que este “querer” divino significa tan sólo su enorme respeto por la libertad del ser humano. Dios no quiere la cruz. ¿Cómo iba a querer semejante desventura para su Hijo muy amado? Tampoco Jesús la quiso: “Padre mío, si es posible, que se alejé de mí este trago” (Mt 26,39).

La cruz, si la miramos desde nuestra perspectiva, es una consecuencia terrible del pecado. De nuestro pecado. Cristo murió a causa de nuestro rechazo. Lo crucificaron los hombres. No Dios. Los hombres no eran marionetas que Dios manejaba para que crucificaran a su Hijo, sino seres libres que rechazaban al Hijo. Vista desde la perspectiva de Cristo y de su Padre, la cruz es la manifestación de un amor llevado hasta las últimas consecuencias. Cuando los hombres le rechazan, Cristo les perdona. Y así se comprende que Dios, en lugar de destruirles, como este amo de la viña que manda matar a los viñadores homicidas de su propio hijo, conmovido por la manera como Jesús muere, respeta a los hombres (aunque no esté de acuerdo con ellos) y no les destruye, porque sigue amándolos en Cristo.

Jesús murió porque el hombre es malo, y no tolera la defensa del pobre, ni la denuncia de la injusticia, ni el perder sus privilegios sociales y religiosos. Jesús murió porque era bueno y se puso al lado de los menesterosos y oprimidos, sin retroceder ante las consecuencias; porque fue fiel a su misión, dándose sin reservas, sin reservarse ni siquiera lo más valioso, la propia vida. Jesús murió, finalmente, porque Dios no se arrepiente de haber creado al ser humano libre, y respeta esta libertad incluso cuando se utiliza contra Dios.

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9
Sep
2024
Dulce nombre de María
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dulcenombre

El 12 de septiembre se celebra la fiesta del dulce nombre de María. La fiesta desapareció del calendario litúrgico en 1969, porque se consideraba una repetición de la fiesta de la natividad de María, que se celebra cuatro días antes, el 8 de septiembre. A partir de 2002 ha vuelto a aparecer en el calendario litúrgico, aunque reducida a la categoría de “memoria libre” y son pocos los que la celebran.

Cuando eso de celebrar el santo estaba más en boga, las mujeres llamadas “María” celebraban su santo el 12 de septiembre, aunque la desaparición litúrgica de la fiesta del dulce nombre, hizo que esas mujeres lo celebraran el 1 de enero, fiesta de Santa María, madre de Dios. Son muchas las mujeres que llevan el nombre de María y más aún las que lo llevan en sus distintas variantes y adjetivaciones: Covadonga, Asunción, Concepción, Pilar, Montserrat, Amparo y muchas más. También hay bastantes varones que llevan el nombre de María como segundo nombre, sobre todo unido a José, pero no sólo. Conozco incluso alguno que lleva como primer nombre el de María con un segundo nombre ya más habitual en los varones. Por poner un ejemplo: el gran teólogo Marie-Dominique Chenu.

No son muchos los que celebran el santo. Se suele celebrar el cumpleaños. Y no está mal celebrar ese día en el que Dios nos dio la vida, pero no conviene olvidar que el nombre cristiano que se nos impone en el bautismo es un modo de invocar la protección del cielo, concretada en un determinado santo, sobre cada uno de nosotros. Celebrar a nuestra santa o a nuestro santo es una buena costumbre, que nos recuerda que otro, que ha llevado antes nuestro nombre, puede ser un buen punto de referencia para vivir cristianamente.

El nombre nos da una identidad. Los apellidos son indicativos de la familia de la que procedo. Y el nombre es indicativo de una elección que otros hicieron, por motivos a veces familiares, recordando el nombre del padre, del abuelo o de algún amigo o persona importante para la familia. En cierto modo, también el nombre remite a mi familia. Todos los nombres son importantes y respetables, y precisamente porque son nombres de santas y santos, lejos de separar, unen, porque solo estando en comunión puede ser uno santo.

María es un nombre de origen hebreo que significa “excelsa” o “elegida de Dios”. Otro de los significados del nombre de María es “estrella del mar”, que guía a los marineros a buen puerto y a todos los seres humanos a la salvación. Calificar este nombre de “dulce” es indicativo de bondad, de cuidado, de agrado. El nombre de María es dulce y, por extensión, es dulce el nombre de todas las madres. Celebrando el nombre de María podemos decir, con Juan del Encina: “Pues que tú, Reina del cielo, tanto vales, ¡da remedio a nuestros males!”; o con Gonzalo de Berceo: “entre tantos peligros, si no nos vales, madre, podémonos perder”. “En los peligros y en las tentaciones, en cualquier género de tribulación, dice san Bernardo, mira la estrella, invoca a María”.

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5
Sep
2024
¿El Señor pone fin a la guerra?
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Los que tenemos la buena costumbre de rezar con el breviario casi nos sabemos los salmos de memoria. Pero a veces hay alguna frase, petición, exclamación o invocación que, aunque la hayamos oído muchas veces, de pronto nos sorprende. Es lo que me ocurrió a mi hace unos días al rezar de este modo con el salmo 45: “Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra: pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe, rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los escudos”. El texto no necesita ninguna actualización, porque es perfectamente aplicable a la actualidad.

El problema es que la guerra sigue estando muy presente en distintos puntos del orbe y que las lanzas de hoy, o sea, los fusiles, los tanques y los misiles, siguen funcionando para mal. En realidad, nunca han funcionado para bien, pero al menos si estuvieran parados no harían tanto daño como estando en manos de los guerreros de hoy. Esos guerreros que no van a la guerra, que no se ponen al frente de ningún ejército, sino que bien pertrechados en sus refugios mandan a otros a la guerra. En las guerras, la inmensa mayoría sufre las penosas consecuencias de las decisiones que toman unos pocos.

Que las guerras sigan no significa que el Señor no realice obras maravillosas. Significa que los seres humanos obstaculizamos la acción de Dios y no cumplimos su voluntad. Porque el Señor cuenta siempre con nuestra libertad. Y sus buenas obras y sus maravillas las realiza a través de la mediación de la bondad de las personas. Las constantes llamadas del Papa para que cesen las guerras, la ayuda que muchas personas ofrecen a los heridos y a los desamparados por causa de las guerras, y los buenos oficios diplomáticos de quienes buscan algún tipo de entendimiento entre los contendientes, son los modos por los que Dios muestra hoy su bondad.

Es posible que los esfuerzos diplomáticos den algún resultado si los contendientes ven en ese resultado algún beneficio. El conflicto se terminará cuando los contendientes vean que continuarlo les perjudica mas que proseguirlo. Les perjudica más a ellos, a esos guerreros que no dan la cara, a esos que están bien protegidos en sus fortalezas. Porque a los que envían a la guerra les perjudica siempre. Los guerreros son egoístas y malos por naturaleza. Desgraciadamente, el malvado tiende a parar el mal cuando ve que el mal empieza a perjudicarle a él. Ahí está la habilidad de los diplomáticos: en saber ofrecer razones egoístas que contenten al malvado o le hagan ver que el mal que provoca corre el riesgo de destruirlo a él. Por eso la paz siempre es frágil. Y es una tarea constante.

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2
Sep
2024
¿La autoridad viene de Dios? ¡O del diablo!
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Un amable lector, comentando mi ultimo post, ha indicado acertadamente que aún siendo cierto que Dios habla a través de los acontecimientos y de la libertad de las personas, “no siempre es la voz de Dios la que exponen los humanos. Hay intereses propios que no buscan el bien común ni pertenecen al cielo”. ¡Por supuesto! Dios actúa y habla por medio de causas segundas, pero somos nosotros los que interpretamos esas causas, esos acontecimientos, esas palabras. Y cuando alguien pretende que su propia autoridad o poder proviene del cielo, tenemos ahí un serio criterio para desconfiar de esas apelaciones a la divinidad para justificar el poder.

A veces se apela a Rm 13,1 para decir que la autoridad viene de Dios, texto que por cierto no se refiere a la autoridad religiosa, sino a la civil. Pero esta apelación olvida las más elementales reglas de la exégesis, pues descontextualiza el texto. Los cristianos del siglo I estaban muy interesados en dejar claro a las autoridades romanas que ellos no representaban un peligro para el Imperio, sino que eran buenos ciudadanos dispuestos a obedecer las normas y reglas por las que debe regirse toda sociedad. No conviene olvidar que en la Escritura hay otros textos que dicen lo contrario, por ejemplo, Lc 4,6: allí el diablo le confiesa a Jesús que el poder de los reinos de este mundo le ha sido entregado a él y que él lo reparte entre sus amigos. En Ap 13,2.4 se dice, ni más ni menos, que quien da el poder a la Bestia, o sea, al Imperio, es el Dragón, o sea, el Diablo. Cuando las cosas empiezan a ir mal para los cristianos, y ya es inútil manifestar lealtad a la autoridad civil, el autor del libro del apocalipsis deja claro que determinadas actuaciones de esa autoridad son diabólicas.

Recuerdo una historia un poco antigua. Mordejai Vanunu, técnico nuclear de convicciones pacifistas, que se confesaba cristiano, pasó 18 años en las cárceles israelitas (fue liberado en abril de 2004) por desvelar el programa de fabricación de armamentos nucleares, que conocía de primera mano en razón de su trabajo. Este hombre valiente y laudable dijo ante sus jueces: «Una acción como la mía enseña a los demás que el propio razonamiento, el de todo individuo, no es menos importante que el de los jefes. Éstos se sirven de la fuerza y sacrifican a millares de personas en el altar de su megalomanía. No les sigáis a ciegas». Mordejai Vanunu y muchos otros -en los estados laicos y en los estados religiosos, de unas y otras culturas- han desobedecido a las autoridades políticas y religiosas en nombre de una autoridad más imperiosa y, lo que es más importante, más sana y más humana: la autoridad de la propia conciencia (o de la propia razón).

No hace falta aclarar que estas reflexiones solo son aplicables a casos extremos. Pero sirven para dejar claro que todo poder es susceptible de ser mal utilizado. Por eso las sociedades democráticas tienen previstos medios para controlar el poder y evitar sus corruptelas, aunque, desgraciadamente, no siempre lo logran del todo.

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29
Ago
2024
Mediaciones y acción inmediata divina
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mmediaciones

En mi anterior aportación escribí que Dios, para darse a conocer, siempre se sirve de mediaciones humanas. En efecto, lo que los creyentes recibimos como palabra de Dios, ha sido directamente escrito por unos autores humanos que utilizaban de todas sus facultades y talentos y, por eso, deben considerarse “verdaderos autores” de la Sagrada Escritura (según dice el Vaticano II). La palabra de Dios llega a través de la palabra de los autores del Antiguo y Nuevo testamento.

Esto que vale para la Palabra de Dios vale para toda actuación divina. Tomás de Aquino hacía notar que Dios es la causa primera que actúa través de las causas segundas. Lo que nosotros podemos analizar son las causas segundas, o sea, la libertad humana y la acción de la naturaleza. En esta línea se expresa el Catecismo de la Iglesia católica: “Dios es la causa primera que opera en y por las causas segundas... Esto no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de cooperar así a la realización de su designio”. Si Dios actuase directamente dejaría de ser trascendente y se convertiría en una causa mundana. Dios no es un objeto más al lado de otros objetos, es un principio de luz y de fuerza que determina toda la realidad.

Un comentarista de mi post anterior quiso subrayar el adverbio de tiempo de mi frase: “Dios siempre se sirve de mediaciones humanas”. Quisiera notar la importancia de la palabra “siempre”, decía. Y añadía: lo subrayo porque parece que todavía hay cristianos que piensan y dicen que Dios “en ocasiones” actúa y se manifiesta a través de mediaciones. Lo cual implica que en otras ocasiones la relación puede ser “sin mediación” y por tanto directa, inmediata. Estoy plenamente de acuerdo con el comentarista. Incluso cuando Dios habla en el sagrario inviolable de la conciencia o cuando inspira un mensaje a una persona, esta acción se da a través de la mediación de la conciencia o de la visión o inspiración que haya podido tener esa persona.

Y, sin embargo, hay dos momentos en la historia de la salvación en los que debemos afirmar que se ha dado una actuación directa de Dios. Son la excepción que confirma la regla. Pero son dos momentos que están en “otro nivel”, fuera de las actuaciones normales de Dios a través de la naturaleza y de las personas; son directamente “divinos” y, por eso, allí no hay mediación humana alguna. Son dos momentos ligados indisolublemente a la vida de Jesús, a saber, la concepción y la resurrección. En ellos se ha inaugurado una nueva creación, como muy bien ha sabido notar Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, siguiendo al teólogo suizo Karl Barht: “hay dos puntos en la historia de Jesús en los que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material: el parto de la Virgen y la resurrección del sepulcro”.

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